lunes, 22 de noviembre de 2010

Necesito respirar - 2009


Necesito respirar, descubrir el aire fresco y decir cada mañana que soy libre como el viento.

Este es el estribillo de una canción española muy reconocida por todos los gatos madrileños que se quedaron irremediablemente prendados del haz de luz que comenzó a iluminar sus noches, las calles por las que erraban y los bares que frecuentaban durante la época de la movida madrileña de los años 80. En particular, conozco yo a varios ejemplares callejeros, gatos de pura cepa que cantan este estribillo con furia, pasión y melancolía cada vez que la entonan los altavoces de un bar o el karaoke del que tan aficionados son en su casa… He pasado noches interminables con el alma colgada del ceño fruncido, desentonando y soltando gallos con una mano sujetando firmemente el micrófono y la otra sujetando firmemente un cacique-cola.

Bien, ayer la volví a escuchar, pero esta vez la sentí aún incluso más. Si normalmente el estribillo principal enardece mi espíritu y me eleva hasta alturas donde los pájaros ya no vuelan, esta vez significó mucho más. Y allí, en un bar como otro cualquiera, rodeada de toda mi gente, cantamos con el puño en el corazón, encorvados y con la expresión de haber mordido un limón, la canción que sin saber por qué siempre nos une siempre en un corro. Esa noche convertimos ese bar en algo más que un antro.

La entoné como si mi vida dependiera de ello: copa en mano y mis amigos de la calle bajo el brazo.

Cada uno sentiremos la canción y la interpretaremos como queramos. Para mí, el estribillo lo dice todo, claro como el agua: Necesito respirar, descubrir el aire fresco y decir cada mañana que soy libre como el viento.

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