Estoy en modo PARTY PLAY en el tren. Significa… ¡¡¡que estoy sola en un vagón de 4x3m2 y dándolo todo con música en mis auriculares!!! Y ahora mismo tengo sonando… ¡¡¡Getting Over You de Guetta!!!!
¿Y por qué este comportamiento? A lo mejor porque estoy de camino al aeropuerto de Copenhague, donde me espera un avión que me va a llevar a mi casa por Navidad…o a lo mejor porque me estoy meando. O las dos cosas. Me meo…
Bueno… ahora que tengo la vejiga vacía… podemos continuar.
El otro día mientras trabajaba en la oficina me ausenté un momentillo de la pantalla y empecé a divagar en mi mente… el viaje no duró mucho puesto que de pronto vi la clara imagen de mi madre y mia rebuscando en la basura del colegio cuando yo era una niña. ¡Qué ascazo! Fue como volver de una bofetada a la realidad. Total, me dije a mí misma que era una vergüenza que me ausentara de esa forma para analizar mi mente y mis recuerdos. Menos mal que mi tendencia a perder la concentración mientras realizo mis tareas no suponen un riesgo para ningún ser humano… Menos mal que no me metí a controlador. Hahhahaha
Total, acto seguido, volví a la pantalla del ordenador y en menos de medio minuto volví a personarme en el recuerdo, igual que en las historias del rico y avaro Sñr. Scrooge, despertado por un fantasma la noche antes de Navidad para demostrarle lo sólo que morirá el día de mañana si no cambia su actitud.
Bueno, centrémonos. No me acuerdo cuántos cubos y bolsas de basura vaciamos. Recuerdo que tuvimos que hacer varias pasadas. ¡Qué asco! ¡Y cuánta comida! …desperdiciada en la basura. Ese día comimos fideuá, pescado y ensalada.
Recapitulemos. Una tarde, mi madre vino a recogernos a la escuela porque teníamos hora en el dentista. Estábamos en el coche cuando ella me preguntó si me había acordado de ponerme el aparato después de comer. NEGATIVO. Pues corre, hija, póntelo. ¿Te has lavado los dientes? NEGATIVO. Bueno, póntelo y te enjuagas la boca cuando lleguemos al dentista.
–Ehhh… ¿mamá?
–¿Qué?
–No tengo el aparato…
–¿!!!!!!!Qué!!!!!!?
–Se me ha olvidado en la bandeja de la comida…–
DERRAPE EN LA ROTONDA.
Total… ahí estábamos, buscando y rebuscando en la basura del colegio, hasta que lo encontramos. Juraría que mi madre, como castigo, me hizo ponerme el aparato con la excusa de que estaba envuelto en una servilleta. Sin embargo, prefiero confiar en que mi mente me la está jugando para vengarse de alguna otra cosa que yo la haya hecho… Mi madre no es tan PERRA.
Este recuerdo me dio una idea. No sé si alguna vez habéis visto cuánta comida se desperdicia y se tira a la basura en un colegio. Si yo alguna vez trabajase en un colegio o fundara uno, sería ecológico, ahorrador y productivo.
Para resolver el problema de la comida, obligaría al personal de cocina a separar los alimentos. De este modo, todos los alimentos orgánicos irían a parar a un container y serían compost para la huerta que tendríamos detrás de la escuela. Habría una clase de jardinería y agricultura, de modo que los niños aprenderían a cultivar y cuidar plantas, verduras y frutas en sus casas. Aunque… ahora que lo pienso, no todos los niños viven en casas con jardín y leñeras para la chimenea. Aún así, es importante que sepan de dónde vienen las frutas y las hortalizas.
La carne, el pescado y los desperdicios que no se pudiesen utilizar en la huerta, se podrían vender a un precio determinado a las granjas, como pienso para animales o a alguna fábrica de combustible. Algo me dice que en el futuro podremos utilizar carburante proveniente de desechos comestibles.
Estuve en un campamento una vez en el que tenían nueve tipos de basura distintos: para cristal, para metal, plástico, basura orgánica, basura para quemar, papel y cartones de leche en otra… También utilizábamos dos o tres tipos de agua y nuestras necesidades las hacíamos fuera en un sitio concreto. Nuestras heces quedaban enterradas en la misma isla, puesto que la cabina se iba cambiando de lugar. Esta información tan preciada la daré a conocer en otro artículo.
Ya estoy en Roskilde. Media hora hasta Copenhague y 45 para el aeropuerto.
Además, en esta escuela imaginaria mía, los niños ayudarían por turnos a los de la cocina, de manera que todos, ayudasen al menos dos o tres veces por curso a limpiar.
Habría clases de cocina después del colegio dos veces al mes y lo mismo con clases de agricultura y jardinería. A lo mejor, clases de costura una vez al mes para remendar sus uniformes o su ropa. Habría clases de sexualidad y habría distintos niveles. Tres, ¿quizás? El primero para los alumnos más jovencitos. Lo importante es que a partir de los 15, habría talleres de sexualidad donde los alumnos podrían preguntar todo lo que quisiesen y se les respondería con el mayor detalle y honestidad posible, sin entrar dentro de la perversión. Los talleres serían unisex para que cada sexo se pueda explayar sin tapujos. Y, por supuesto, los más tímidos podrían acudir a sus tutores en privado.
Habría talleres para construir o renovar muebles, habría talleres para construir maquetas, edificios con palillos de polo y helados…
Puesto que mis fantasías han vuelto a tomar el vuelo, voy a dar por finalizado el blog. De lo contrario, la gente me tomaría como una ilusa cuando lo que estoy diciendo es completamente posible.
¡Un saludín!